Episodio UNO: REFLEXIÓN
Después de la revelación, la reflexión
Los días que siguieron fueron de una rutina casi automatizada, algo bastante normal en mí. Levantarme a las ocho, tender la cama, doblar el pijama y colocarlo debajo de la almohada. Poner el cargador del celular sobre la mesa de luz para que no quede colgando o tirado en el piso (si TOCs de esos que tengo a montones, y que ya no me molestan como antes) Y recién ahí subir las persianas, correr las cortinas y abrir la puerta de mi habitación.
Después bañarme, lavarme la cara con ese jabón para rostro carísimo que mi amiga Sofía me hizo comprar porque según ella los años no vienen solos y ya era hora de empezar a cuidarme. Lavarme los dientes mirando a la nada durante cuatro o cinco minutos. Y luego disponerme al momento sagrado del desayuno. Sentarme con mi taza de Alf a tomar mi café con alguna galletita para acompañar. Lo cierto es que con el tiempo comencé a apreciar el desayuno como esos momentos donde fantasiosamente creés que vas a encontrar la clave para resolver todos los quilombos de tu vida.
Sin embargo, después de aquella noche de filosofía “low cost” la revelación seguía estando ahí, esperando ser atendida. Pidiendo a gritos ser desanudada como esas madejas de lana que las abuelas te sentaban y las ponían entre tus manos, para ellas poder ir armando el ovillito. "Todos y todas, en algún momento u otro de nuestra vida, fuimos, somos y lamento decirles que seremos, en un futuro no muy lejano, un boludo más". Decía la premisa que había llegado para quedarse, y de alguna forma muy extraña, venía a cambiar mi vida para siempre.
Y entonces comenzó la tarea de tratar de entender por qué me había impactado tanto esa frase. Qué escondía debajo de aquellas palabras tan simples pero tan impactantes para mí. Qué tenía que ver con el aquí y ahora de lo que estaba viviendo. Y para poder comprender eso, primero tendría que poder dimensionar el poder de la frase. Desmenuzarla, reinterpretarla y luego hacerla propia.
¿Qué significa ser un "boludo"? María Laura Dedé en su diccionario de las malas palabras, cuenta que los "boludos" fueron los valientes gauchos que en las guerras de la independencia, mataban a los españoles con sus bolas de piedra y sus boleadoras. Iban en la tercera línea de batalla y su función era rematar al enemigo. Los boludos eran defensores de la patria. Defensores de una causa pero en tercera línea. Porque ya fuera por convicción o por necesidad, los boludos se entregaban a la tarea de ir conscientemente a la guerra.
Hace unos años atrás Juan Gelman, un reconocido poeta argentino eligió la palabra "boludo" como la palabra que mejor describía a las y los argentinos. Decía que "es un término muy popular y dueño de una gran ambivalencia hoy. Que por un lado, entraña la referencia a una persona tonta, estúpida o idiota; pero no siempre implica esa connotación de insulto. En los últimos años la expresión se comenzó a utilizar muy comúnmente entre amigos o personas de confianza, como una forma de denotar complicidad. Ha venido perdiendo el sentido insultante con los años y con las nuevas generaciones. Se transformó hacia un lado más desenfadado, pero sin perder su origen.”
Para este boludo que escribe, y refiero a mí persona con este término en primer lugar como una forma de hacerme cargo de mi propia "boludez". Una boludez plena y consciente. Y después me tomo el atrevimiento de identificar a todos aquellos que se sientan interpelados con mi historia como “la comunidad de los boludos y boludas”, a partir de ahora la “comunidad B". De alguna manera porque entiendo que esa expresión que solemos utilizar para referirnos a los demás, en realidad tiene más que ver con nosotros y con nuestra capacidad de mirarnos desde nuestra propia fragilidad que con los demás. Solemos decir en momentos muy puntuales de nuestra vida "qué boludo que fui", "caí como un boludo" o, "¡qué boludo! Cómo no me di cuenta".
En otras palabras, somos ese boludo o boluda que en algún momento u otro de su vida no vió lo que otros vieron, aunque nos fuera señalado con carteles luminosos. Somos los boludos que se conformaron con ese laburo de mierda que no los hacía ni un poquito felices; o en el que cobraban ese sueldo que rozaba la indigencia y que sin embargo, temíamos horrores dejar para ir en busca de algo mejor.
Somos los boludos que estudiaron una carrera y que, cuando se dieron cuenta de que no era lo suyo y no los hacía felices; la siguieron por no tener los cojones o los ovarios correspondiente para tomar el timón de su propia vida y virar esos 180 grados con rumbo a puerto esperanza.
Somos ese boludo que sostuvo vínculos dañinos diciendo "dejálo, dejála; es así, no va a cambiar". Como si tuviéramos la "obligación" de aceptar cualquier mambo ajeno. Así como también somos los boludos y boludas que sostuvieron relaciones tóxicas pensando que con el tiempo el otro podría llegar a ser algo diferente ¿y lo peor del autoengaño saben qué es? Ese instinto mesiánico de creer que lo va a lograr gracias a nosotros, a nuestra ayuda.
Y también somos los boludos que por mirarse el ombligo y creerse el centro del universo lastimaron a alguien que amaban. Fuimos capaces de herir hasta la médula y dejar una marca imposible de borrar en la vida de otros y otras. y hacer un daño casi irreparable.
Somos también los boludos que se dejaron apabullar por ese otro u esa otra que nos eclipsó y opacó aquellos aspectos de nuestra vida que, no sé si nos agradaban del todo, pero que seguramente tenían potencial para ser algo bueno. Y fue entonces que nos perdimos a nosotros mismos sin darnos cuenta.
Somos los boludos y boludas que no hicieron aquello que tenían ganas de hacer por miedo al qué dirán. Por sentirnos "demasiado grandes" como para aprender algo nuevo. Porque desde nuestros prejuicios y preconceptos socialmente establecidos, "no acordados", parece haber un límite de edad para aprender.
Y por último somos ese boludo o boluda que por estar llenos de complejos del orto, hijos e hijas de una sociedad heteronormada con estándares de belleza preconcebidos y hegemónicos. Muchas veces dejamos de disfrutar de nosotros mismos, del sexo o el amor, por no sentirnos merecedores de él. Porque si hay algo en lo que somos realmente boludos es en relación al placer. A descubrir, sostener y pedir aquello que nos gusta o que necesitamos. Aquello que nos hace sentir plenos y plenas y nos conecta con lo más genuino y original de nosotros mismos.
Sobre cada uno de estos aspectos y otros más voy a seguir escribiendo a partir de ahora, porque la revelación vino para quedarse.

Ame este blog
ResponderEliminarMuchas gracias!!! A no perderse que las historias siguen.
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