EPISODIO QUINCE: BOLUDOS CONSCIENTES




Hay momentos en la vida donde claramente estamos "más boludos que de costumbre". Y esto sucede cuando ya solitos nos damos cuenta de que estamos actuando como unos boludos y la estamos cagando mal. La estamos cagando feo. Y lamento decirles que en este punto no hay margen de error. Si nos damos cuenta, es porque ya estamos embarrados hasta el cuello.

En otras palabras, por algún motivo que quizás desconocemos se nos salió el filtro que nos hacía ubicarnos en la palmera. Ese que nos servía como contención para no dejarnos en evidencia. Y ahí estamos nosotros mostrando que ser boludos no es algo improvisado; más bien es algo ejercitado que nos ha llevado un buen tiempo desarrollar y perfeccionar. Pues ser un boludo o boluda consciente es un arte milenario. Siempre y a lo largo de toda la historia de la humanidad, hubo boludos cagándola mal.

Y cuando esto nos sucede, la vida parece caersenos a pedazos; porque es algo con lo que a veces podemos lidiar, pero la mayoría de las veces es algo que nos pone frente al espejo de nuestra propia fragilidad. Y "hacernos los boludos" ya no es una opción. No es algo que se puede negar u ocultar debajo de la alfombra. No señor, no señora. Hay que hacerse cargo.

Porque dijimos lo que no tendríamos que haber dicho. Porque hicimos eso que nos prometimos a nosotros mismos que no haríamos. O porque nos dimos cuenta que estamos autoboicoteándonos; buscando la forma de que no suceda lo que por dentro nos morimos de ganas de que nos pase. Y esa es básicamente la razón de ser boludos y boludas conscientes. Sentir que de alguna manera no nos "merecemos" que nos pase lo bueno, lo que esperamos.

Y cuando nos damos cuenta e intentamos arreglarlo, ya sentimos que quedamos demasiado expuestos. Ya dejamos ver a otros nuestro talón de Aquiles. Ya nos bloquearon, nos dejaron de visitar, o se nos bajaron del auto. Y nos quedámos ahí sentados. Con toda nuestra boludez sin procesar a cuestas e impávidos, inmóviles. Sintiendo que somos ese castillo de cartas que con el más mínimo movimiento en falso se cae. Y volver a empezar es de una frustración que no se acredita. Se nos vuelve una tarea titanica, y quizás no estamos muy seguros de querer volver a hacerlo. Y hasta preferimos somatizar antes que poner en palabras.

Pero también tengo que decirles algo que quizás nos salve: reconocernos boludos, mis queridos amigos y amigas, es amarnos y aceptarnos también ahí. En esos lugares que nos quedan tan incómodos y tan nuestros a la vez. Que dicen de nosotros,   de lo que hemos vivido y de los mambos que andamos acarreando, seguramente más de lo que quisiéramos.  Es ahí donde se nos da la chance de aceptar que somos capaces de llegar a esos niveles de oscuridad que nos aterran, pero de los cuales también vamos a saber cómo salir, o al menos vamos a saber encontrar la forma.

Porque no está muerto quien pelea. Y las batallas contra nosotros mismos son de un gran aprendizaje. Dolorosas como pocas. Pero igual de reveladoras. Y al dejar de pelearnos nos hacemos capaces de vernos otra vez, de aceptamos como somos y de abrazarnos y decirnos: vamos a estar bien porque ya lo hicimos antes.  

Comentarios

  1. Muy buena reflexión, lo importante es saber que también ser boludo afecta o daña a los demás, no se trata solo de recomponerse uno, también hay que enmendar los roto "x boludo".🤔🤔

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

EPISODIO CATORCE: POR AMOR TE PERDONÉ LO QUE NO SE PERDONA

Episodio TRECE: HERIDAS